Terminada (¿?) la parte más dura de la pandemia, empezamos a ver la luz al final del túnel.
Para este nuevo curso que comenzamos, crecidos ya nuestros hijos y comenzando a encontrar sus espacios eclesiales propios (Acción Católica, JOC, Movimiento Calasanz…), nos centramos cada vez más en nosotros mismos. Somos, definitivamente, un grupo de fe adulto. Y, para ello, volvemos la vista a lo que era la primitiva comunidad cristiana:
Hechos 2:42-47
Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones.
Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles.
Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno.
No dejaban de reunirse en el Templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.
He aquí lo que consideramos que son los cuatro ejes de nuestro pequeño grupo y que vamos a intentar vivir más en este curso: